Con una prosa que abre grietas en la realidad clínica para dejar entrar lo monstruoso y lo poético, Maia Debowicz escribe una novela que interroga qué significa habitar un cuerpo: cuáles son sus límites, sus posibilidades, sus delirios y sus peores pesadillas. Y, al mismo tiempo, cómo el cuidado, la complicidad y la entrega se revelan como los únicos antídotos frente a lo que nos acecha. Por más escondida que esté es una exploración visceral y magnética del cuerpo: entre el dolor y la ternura, entre lo monstruoso y lo luminoso. Una novela sobre la pérdida, la metamorfosis y la vida que insiste después de la vida. Cecilia Fanti, del epílogo
A la Roberta de Maia, el cuerpo se le altera de una forma propia de una película de David Cronenberg, se le va al carajo corte La sustancia de Coralie Fargeat, y ante la desesperación e incógnita de lo que le anda pasando, durante esa semana eterna conviviendo con la fauna de un sanatorio, ese cuerpo y su rocanrol a merced de la Vieja Cosechera y del derrape hacia la locura, ese Body rock y el alma de Roberta/Maia -más quienes la acompañan y soldadean- se le plantan a la muerte y a la enajenación abanderando un verso de una canción que proclama: tengo el corazón para ganar, vos los ojos diciendo que voy a poder. Y mierda que da pelea la Debowicz. Leo Oyola, del epílogo
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